Revista Científica Retos de la Ciencia, 9(20), 2025.
https://www.retosdelacienciaec.com/Revistas/index.php/retos
Julio – Diciembre, 2025
Vol.9, No. 20, 153-164
hps://doi.org/10.53877/rc9.20-592
ISSN 2602-8237
Retos de la Ciencia
Impacto de las emociones en el proceso de aprendizaje del estudiante
universitario
Impact of emotions on the learning process of university students
Cristina Belen Silva Vera
Universidad Metropolitana, Sede Quito. Ecuador.
csilva@umet.edu.ec
https://orcid.org/0009-0007-9823-1534
Recibido: 10-04-2025 Aceptado: 24-05-2025 Publicado: 01-07-2025
Cómo citar: Silva-Vera, C. B. (2025). Impacto de las emociones en el proceso de aprendizaje del
estudiante universitario. Revista Científica Retos de la Ciencia, 9(20), pp. 153-164.
https://doi.org/
10.53877/rc9.20-593
RESUMEN
Las emociones juegan un papel importante en la vida universitaria de los alumnos,
especialmente en su proceso de aprendizaje. Dentro del ámbito educativo es crucial que los
estudiantes desarrollen su inteligencia emocional (IE) para mejorar su bienestar y rendimiento
académico, la IE permite a los alumnos a reconocer, gestionar, expresar y regular de mejor
manera todas sus emociones, especialmente las negativas como la ansiedad y el estrés. Frente
a ello, mediante la búsqueda de información se responde la interrogante: ¿de qué manera las
emociones influyen en el proceso de aprendizaje y por qué es importante la gestión emocional
en los estudiantes para potenciar su desarrollo académico? Concluyendo así que cuando los
alumnos están motivados y tienen un buen manejo emocional, especialmente frente a
situaciones estresantes, aumentan su rendimiento académico y mejoran su bienestar general.
Por el contrario, cuando una persona carece de habilidades emocionales puede provocar
desmotivación, dificultades para aprender y genera un impacto negativo en el individuo
afectando su estado emocional e interfirieron en su proceso educativo.
PALABRAS CLAVE: estrés, motivación, ansiedad, inteligencia emocional,
universitarios.
ABSTRACT
Emotions play an important role in the university life of students, especially in their learning
process. Within the educational environment it is crucial that students develop their
emotional intelligence (EI) to improve their well-being and academic performance, EI allows
students to recognize, manage, express and regulate in a better way all their emotions,
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especially negative ones such as anxiety and stress. In view of this, through the search for
information, the question is answered: how do emotions influence the learning process and
why is emotional management important for students to enhance the academic development
of university students? Thus concluding that when students are motivated and have a good
emotional management, especially in stressful situations, they increase their academic
performance and improve their general wellbeing. On the contrary, when a person lacks
emotional skills it can cause demotivation, learning difficulties and generate a negative impact
on the individual affecting their emotional state and interfering in their educational process.
KEYWORDS: stress, motivation, anxiety, emotional intelligence, university students.
INTRODUCCIÓN
El sistema educativo tienen la responsabilidad de concientizar y contribuir al desarrollo de los
recursos necesarios que faciliten la adquisición y mejora de las habilidades emocionales en el
alumnado (Puertas et al., 2020; Sá et al., 2020) para que sean capaces de manejar el estrés de la
mejor eficaz, mantener relaciones saludables dentro del aula con sus compañeros y docentes,
y resolver conflictos mediante la búsqueda de soluciones para superar las diferentes
situaciones conflictivas que puedan existir en su etapa educativa volviéndose aptos para
alcanzar un nivel óptimo de aprendizaje (Bisquerra et al., 2015; García, 2020; Gordillo, 2023;
Buaz et al., 2024).
El desarrollo de competencias emocionales, visto desde el contexto en la educación
superior, implica una formación conjunta entre el ámbito académico y el tema emocional, con
la finalidad de que los alumnos sean emocionalmente estables y puedan adquirir de mejor
manera las habilidades necesarias para que puedan aprender de mejor forma y puedan en el
futuro desempañarse profesionalmente sin ningún inconveniente. Para que puedan ser
personas emocionalmente estableces, deben de ser capaces de afrontar los desafíos
presentados dentro y fuera del aula. Por ello, dentro de las instituciones educativas debe de
ser prioridad implementar estrategias que favorezcan el desarrollo emocional en los para
formar individuos más resilientes (Rojas, 2021).
La inteligencia emocional (IE) es la capacidad que tiene un individuo para
comprender, gestionar, regular todas las emociones (tanto positivas como negativas) y
distinguir los sentimientos de los demás lo que aumenta la empatía en la persona (Goleman,
1995). El desarrollo de competencias emocionales es de suma importancia en el ámbito
educativo debido a que prioriza el conocimiento, pero sobre todo las emociones del individuo
lo que genera estabilidad emocional que beneficia en el bienestar personal y en el desempeño
académico y profesional (Rojas, 2021).
Los alumnos con una inteligencia emocional moderada y alta son personas más
equilibradas, alegres, con una percepción positiva, buena autoestima, con motivaciones
presentes que les impulsa a mejorar, cuentan con buenas relaciones dentro y fuera del aula y
muestran actividades y pensamientos positivas que evitan la frustración y la violencia de
cualquier tipo (Idrogo Zamora & Asenjo-Alarcón, 2021). El correcto manejo emocional
promueve elementos importantes para el éxito, tanto en el ámbito educativo como en la vida
personal y laboral, estos elementos son la motivación y resiliencia y las emociones positivas
que provocan un ambiente adecuado para el aprendizaje (Rojas, 2021; Buaz et al., 2024).
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Por otro lado, una gestión emocional deficiente puede generar dificultades para gestionar el
estrés, problemas de conducta y el aprendizaje de los estudiantes provocando desmotivación,
problemas de concentración y comportamientos disruptivos, lo que, con el tiempo, podría
contribuir al bajo rendimiento afectando la motivación de los alumnos y su autoestima,
limitando de esta forma el crecimiento personal y profesional (Idrogo Zamora & Asenjo-
Alarcón, 2021; Buaz et al., 2024).
Varias instituciones de educación superior no se enfocan en la gestión emocional del
estudiante y utilizan metodologías pasivas de enseñanza, enfocadas a la memorización y no
permite que el estudiante disfrute de su etapa universitaria y de su proceso de aprendizaje, al
contrario, los estudiantes se estresan con mayor facilidad y se desmotivan. Debido a que aún
carece de importancia la relación entre emociones y aprendizaje y el tema de inteligencia
emocional en el ámbito universitario, factor importante en su formación universitaria y
profesional, este artículo de revisión teórica tiene la siguiente interrogante base de
investigación: ¿de qué manera las emociones influyen en el proceso de aprendizaje y por qué
es importante la gestión emocional en los estudiantes para potenciar su desarrollo académico?
DESARROLLO
Impacto de las competencias emocionales en los estudiantes universitarios
Todas las emociones se pueden gestionar de la mejor forma mediante el manejo de las
competencias de la inteligencia emocional como son: autoconciencia, autocontrol y
autorregulación (Salcedo de la Fuente et al., 2024). Las competencias emocionales, son las
diferentes habilidades o capacidades adquirida basadas en la inteligencia emocional que
permite la gestión correcta de todas las emociones, su regulación y correcta expresión, siendo
fundamental en las relaciones sociales y en los ámbitos de la vida cotidiana lo que favorece y
desarrolla un aprendizaje positivo y seguro potenciando su autoestima, sus habilidades
sociales y su bienestar general (Rojas, 2021; Buaz et al., 2024). Estas habilidades les permite
desarrollo de su pensamiento para que puedan ser personas abiertas al cambio gracias a su
actitud flexible (Puertas et al., 2020) permitiendo afrontar de manera efectiva situaciones
generadoras de estrés, mejorando su desempeño en todo ámbito (Bernedo-García et al., 2025).
Las competencias que constituyen la inteligencia emocional según Daniel Goleman
(1998) son: conciencia de uno mismo, autorregulación, motivación, empatía y habilidades
sociales. Mientras que Reuven Bar-On (1997) destaca las competencias intrapersonales,
interpersonal, adaptabilidad, manejo del estrés y estado de Ánimo. Por otra Parte, las
habilidades básicas según Salovey y Mayer (1990) son: percepción emocional, facilitación
emocional del pensamiento, comprensión de las emociones, dirección emocional y regulación
reflexiva de las emociones. Todos los autores anteriormente mencionados, mencionan y
defienden en todas sus publicaciones que desarrollar las competencias emocionales son
esenciales para alcanzar una inteligencia emocional óptima. La IE es fundamental en la
formación de los estudiantes, ya que influye en su bienestar psicológico y en su desarrollo
educativo y social (Puertas et al., 2020).
Sin embargo, la educación superior plantea desafíos centrados en el ámbito académico
y no en el desarrollo de competencias emocionales, a pesar de que cualquier situación vivida
genera diversas respuestas emocionales en los estudiantes y depende del individuo
transformar la situación desagradable en una experiencia positiva y tenga la capacidad de
desenvolverse con autonomía y suficiencia en los distintos ámbitos. Esta capacidad de
responder de manera efectiva depende de la capacidad emocional que tenga el estudiante y
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sus emociones a su vez, están influenciadas por factores familiares, individuales y sociales.
Estas respuestas emocionales pueden afectar en el desarrollo personal y académico de cada
alumno, es decir que puede afectar de manera indirecta su rendimiento académico por eso es
importante y esencial que los jóvenes fortalezcan sus habilidades personales para afrontar los
diferentes retos de la vida. (Rojas et al., 2024).
El desarrollo de las habilidades emocionales es esencial en cada individuo, sin
importar le edad, género o etnia. Por ello, es esencial implementar programas de formación
en IE que fortalezcan sus estrategias de afrontamiento, minimicen el impacto del estrés y les
proporcionen las competencias necesarias para enfrentar los desafíos de la etapa universitaria
y su futuro ejercicio profesional, garantizando así una atención asistencial de mayor calidad
(Puertas et al., 2020; Bernedo-Gara et al., 2025).
El Papel de la Educación Emocional en la Formación Integral del Estudiante
La educación emocional es el conjunto de actividades pedagógicas enfocadas al desarrollo de
competencias emocionales y sociales del individuo, fomentando la capacidad de conocer las
propias emociones y los sentimientos de los demás, para mejorar la empatía hacia el prójimo
y fomentando de esa manera la inteligencia emocional, el bienestar personal y social del
individuo (Bisquerra et al., 2015; Costa-Rodrigueza et al, 2021).
Tiene el objetivo de minimizar o prevenir la aparición de los estados emocionales
negativas como la ansiedad, el estrés, la depresión, la agresividad, etc; fomentar esta
competencia favorece la autonomía emocional, la comunicación afectiva y efectiva, la
regulación emocional, la conciencia emocional, un mejor manejo en la toma de decisiones,
resolución de conflictos, fomentación de las habilidades sociales, aumento de autoestima y de
actitudes positivas que generan bienestar emocional y social, los cuales están vinculados en el
rendimiento académico de los estudiantes de educación superior y a su actitud de aprendizaje
(Bisquerra et al., 2015; Gordillo, 2023).
Cuando los estudiantes tienen niveles adecuados de IE adquieren herramientas
fundamentales para gestionar eficazmente la ansiedad y la depresión, estados emocionales
difíciles de manejar si no se cuenta con los conocimientos o instrumentos necesarios (Puertas
et al., 2020). Además, fortalecen su autoestima y confianza en sí mismo, lo que les permite ser
capaces de enfrentar y superar las dificultades con mayor satisfacción, aumentando la
satisfacción que sienten por el trabajo realizado y el esfuerzo que dedicaron a realizarlo
(Bisquerra et al., 2015; Puertas et al., 2020; Gordillo, 2023). Esta capacidad se debe a que han
aprendido a regular sus emociones y tener una visión más clara y objetiva, facilitando una
recuperación más rápida ante momentos emocionales difíciles (Puertas et al., 2020).
El desarrollo de estas habilidades desde edades tempranas influye en el de forma
positiva en el bienestar mental, y en los estudiantes impactando positivamente en su
rendimiento académico (Puertas et al., 2020). A pesar de que en las instituciones educativas
de nivel superior no se puede implementar el desarrollo de estas competencias desde los
primeros años del individuo si se puede realizar este proceso de forma constante y
conscientemente dentro de las aulas, promoviendo habilidades socioemocionales que
impulsen la autonomía, la salud mental y el bienestar del alumnado, fomentando así una
convivencia basada en el respeto y la empatía. Adicional, estas habilidades beneficien
también a los docentes., ya que se ve reflejado en la metodología de enseñanza generando un
ambiente positivo dentro del aula y un impacto en el aprendizaje (Pacheco, 2017). Debido que
los docentes tienen un rol esencial, pueden fomentar el desarrollo de habilidades cognitivas y
emocionales; adicional, su influencia puede motivar a los alumnos a ser más autónomos en
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sus aprendizajes, ayudándolo con herramientas para enfrentar retos, resolver problemas y
conflictos (Costa-Rodrigueza et al, 2021).
Impacto de las Emociones en el Proceso de Aprendizaje
Los estados emocionales de las personas (tanto del profesorado y del alumnado) surgen como
respuesta a situaciones tanto internas como externas, y pueden impactar de manera positiva
o negativa en quienes las viven (Bisquerra et al., 2015, Salovey & Mayer, 1990). En ese sentido,
el manejo emocional que tenga cada persona influirá directamente en su proceso de
aprendizaje, es decir, si una persona tiene desarrolladas sus habilidades emocionales es
probable que avance con mayor facilidad en su formación académica y personal,
determinando los logros que pueda conseguir en la vida (Goleman, 2018).
Por lo tanto, las emociones son una pieza clave de la vida y del aprendizaje, debido a
que influyen directamente en la motivación, los intereses, la creatividad, la flexibilidad
cognitiva, la toma de decisiones, así como el grade de implicación, esfuerzo y dedicación del
estudiante, estos factores pueden convertirse en impulsores del éxito y en estímulos para
alcanzar objetivos (Goleman, 2018).
Las emociones positivas, como la felicidad, la motivación, etc; son las más beneficiosas
para los aprendizajes académicos, ya que favorecen la interconexión neuronal y la flexibilidad
cognitiva, aspectos que ayudan a la comprensión y memorización de la información. Además,
generan actitudes optimistas que ayudan a prevenir sentimientos de desesperación,
vergüenza, culpabilidad o depresión ante las dificultades; promoviendo un mayor
compromiso en el aprendizaje, al motivar el esfuerzo intelectual necesario en tareas que
requieren atención, concentración y persistencia (Bisquerra et al., 2015; Goleman, 2018).
Por otro lado, las emociones negativas, como el miedo, la ansiedad o el estrés, son
emociones que surgen de situaciones que el individuo considere amenazantes, desbordantes
o desagradable. Cuando estas emociones no se gestionan adecuadamente, afectan al bienestar
individual interfiriendo con el equilibrio emocional del individuo generado aun malestar
profundo. Cuando una persona no siente una experiencia tan agradable, tiende a evitar la
repetición de experiencias similares, incluso si esas experiencias están relacionadas con el
aprendizaje. (Pulido & Herrera, 2017; Goleman, 2018; Espinosa-Castro et al., 2020; Guerrero,
2023). En contraste, las emociones positivas se asocian con la disposición a repetir experiencias
debido a la agradable sensación que genera, permitiendo de esta manera el aprendizaje
profundo y sostenido, favoreciendo una actitud activa hacia el conocimiento y aumentando
el interés (Bisquerra et al., 2015).
Factores emocionales que influyen en el estudiante universitario: estrés y ansiedad
La salud mental se define como un estado de equilibrio psicológico que permite a las personas
afrontar eficazmente las situaciones de estrés, desarrollar sus habilidades, aprender y
desempeñarse de manera óptima en el ámbito laboral, acomo contribuir al progreso de su
comunidad (OPS, 2025). Sin embargo, este equilibrio mental cambia cuando el individuo
presenta estados emocionales difíciles de manjar como el estrés, la ansiedad o la depresión.
El estrés aparece en las situaciones cuando una persona presenta una serie de
demandas en su entorno (laborales, sociales, académicas) y es incapaz de manejarlas con
calma provocando respuestas adaptativas utilizando recursos de afrontamiento y
desesperación lo que desencadena reacciones emocionales negativas como la ira, la ansiedad
o depresión (Espinosa-Castro et al., 2020). Si no se logra gestionar de forma adecuada estos
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estados emocionales, puede afectar seriamente el bienestar y desempeño, por lo que es
fundamental contar con habilidades emocionales como la regulación emocional estados
emocionales que requieren de un buen manejo o regulación emocional. La regulación
emocional implica habilidades de reconocer, comprender y aceptar las experiencias
emociones propias; además, de emplear estrategias apropiadas para controlar las reacciones
que aparecen ante circunstancias muy exigentes o estresantes (Jarrín & Moreta, 2024).
En el entorno universitario, una adecuada regulación emocional es clave para manejar
el estrés que genera las exigencias académicas como los exámenes parciales y finales o la
entrega de trabajos. Cuando un estudiante es emocionalmente estable tiene más herramientas
para enfrentar estos desafíos de manera equilibrada. Sin embargo, cando el estrés no se
gestiona adecuadamente tiene consecuencias psicosomáticas, es decir consecuencias
emocionales y físicas como bajo rendimiento académico, la irritabilidad, los trastornos del
sueño, problemas digestivos e incluso una mayor vulnerabilidad a enfermedades o alergias,
debido a que el sistema inmunológico se debilita bajo altos niveles de estrés, todas estas
consecuencias pueden provocar problemas académicos como el baja rendimiento (Espinosa-
Castro et al., 2020).
Los síntomas más frecuentes del estrés son: la fatiga crónica, la somnolencia o la
necesidad excesiva de dormir, así como la ansiedad, la angustia o una sensación constante de
desesperación; dificultades que han impactado en aspectos personales alterando la salud
mental que tiene como consecuencia el agotamiento, desmotivación, procrastinación,
insomnio y frustración debido a las cargas de trabajo y adaptación a la nueva normalidad
provocando disminución del rendimiento académico. (Espinosa-Castro et al., 2020; Terrazas
et al., 2022; Rojas et al., 2024).
Por otro lado, la ansiedad se manifiesta como una sensación intensa de temor y
preocupación, es un problema de salud pública a nivel global, ya que cualquier persona puede
experimentar síntomas ansiosos en algún momento de su vida afectando la capacidad de
trabajo (OMS, 2023; Supe & Gavilanes, 2023). En el caso de los estudiantes universitarios, esta
condición puede estar influenciada por la presencia de problemas personales o familiares que
perciben como una amenaza, como la presión académica, bajo rendimiento académico, la
situación laboral, la falta de recursos económicos, la sobrecarga académica, problemas
familiares y las responsabilidades tanto personales como sociales (Pinargote & Caicedo, 2019;
Supe & Gavilanes, 2023). En Latinoamérica y especialmente en Ecuador, la ansiedad
relacionada con el rendimiento académico de estudiantes es una realidad existente en las
instituciones de educación superior en el mundo (Pinargote & Caicedo, 2019).
La manera en que los alumnos enfrentan situaciones estresantes está estrechamente
relacionada con su nivel de madurez emocional y su capacidad para afrontar las adversidades
ya que les permite tomar decisiones acertadas en situaciones de estrés y manejar sus
emociones de manera más equilibrado, disminuyendo la ansiedad (Pinargote & Caicedo,
2019). Aquellos estudiantes son un mayor coeficiente de Inteligencia Emocional tienden a
percibirse con mayor eficacia y resiliencia, lo que disminuye la sensación de agotamiento
dentro del contexto ámbito académico (Puertas et al., 2020).
En este contexto, el desempeño académico, reflejado en las calificaciones, es el
producto de múltiples factores que influyen directamente en el proceso de aprendizaje, por lo
cual las dimensiones clave de la regulación emocional que deben ser fortalecidas con el fin de
que los alumnos puedan mejorar su desempeño académico y su formación profesional son:
toma de conciencia, el reconocimiento y análisis de sentimientos y emociones, así como la
gestión de conflictos y la administración del tiempo.
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Cuando la regulación emocional no se lleva a cabo de forma adecuada, la respuesta emocional
se vuelve ineficaz dificultando el comportamiento y compostura frente a la presencia de las
emociones intensas, sobre todas las negativas. A este fenómeno se lo conoce como
desregulación emocional y puede afectar seriamente el equilibrio emocional y el bienestar.
(Jarrín & Moreta, 2024). Mientras que un buen manejo de las competencias que contribuiría
significativamente a la orientación de conductas hacia el logro de objetivos, la prevención del
estrés y a la reducción en la impulsividad y malestar emocional generando un impacto
positivo en la capacidad de concentración y en la eficacia en la ejecución de tareas (Espinosa-
Castro et al., 2020; Rojas et al., 2024).
La Motivación como Impulso Emocional en el Ámbito Educativo
La motivación es un estado del ánimo interno que nos sirve de impulso para actuar,
alimentando la voluntad y manteniendo el esfuerzo necesario para alcanzar metas en los
distintos aspectos de la vida. Se compone de fuerzas internas o intrínseca (pensamientos,
metas, objetivos, etc) y externas o extrínseca (familia, docentes, entorno) (Torres et al., 2023;
VIU, 2024). En ese sentido, los propios pensamientos y el círculo cercano que se tiene, tanto
dentro como fuera del aula, cumplen un rol como fuente de motivación, favoreciendo su
crecimiento personal y colectivo (Torres et al., 2023).
Por el contrario, cuando la motivación desaparece o disminuye, también lo hace el
interés por aprender. Este desinterés se vuelve constante, lo que afecta negativamente a su
desempeño académico y la retención de conocimientos (Salcedo de la Fuente et al., 2024). Por
otra parte, la presencia de la motivación facilita el logro de objetivos, supera los obstáculos,
reduce la posibilidad de generar conflictos y favorece la concentración debido a que la
motivación influye en el desarrollo de estructuras cognitivas que favorecen la capacidad de
comprender y la retener la información y conocimientos aprendidos (Rebolledo et al., 2020;
VIU, 2024).
En el ámbito empresarial, cuando los empleados se sienten motivados, suelen alcanzar
niveles más altos de productividad y satisfacción laboral, es decir que una persona motivada
tienda a ser más productiva (VIU, 2024). Lo mismo sucede en el contexto educativo, los
estudiantes que cuentan con motivación para aprender muestran mayor compromiso y
participación en su proceso formativo, lo cual repercute positivamente en su rendimiento
académico (Quiñónez-Cabeza et al., 2024).
Por otra parte, la falta de motivación incremente la falta de interés, bajo rendimiento
académico, pérdida de la autonomía y la deserción académica (Rebolledo et al., 2020) debido
a que influye en la actitud, enfoque y comportamiento de los estudiantes frente a su proceso
de aprendizaje, convirtiéndose en un factor clave para su éxito académico (Quiñónez-Cabeza
et al., 2024).
En ese sentido, el rol del docente es fundamental debido a que puede despertar
motivaciones extrínsecas en sus estudiantes mediante el uso de lenguaje positivo y alentador.
La motivación es el motor de las conductas inmediatas, por lo que desempeña un papel
fundamental en la creación de procesos de enseñanza-aprendizaje eficaces debido a que
provoca un efecto directo sobre los procesos de educación enfocando las emociones de forma
positiva hacia las metas y los objetivos planteados logrando mayores y mejores resultados
(Ortiz, 2009; Pacheco, 2017). Por otro lado, el uso de un lenguaje negativo como lenguajes
amenazantes, irónicos, sarcásticos, comentarios dañinos, despreciativos con relación a la
inteligencia, la capacidad o las habilidades de los alumnos genera un ambiente agresivo y
estresante, nada positivo para el aprendizaje y la enseñanza (Ortiz, 2009; Pacheco, 2017).
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Entornos educativos ópticos
El ambiente o clima emocional dentro del aula tiene un impacto directo en el bienestar de los
estudiantes, y está profundamente influenciado principalmente por la actitud del docente y
por el reconocimiento que brinda a los logros y progresos de alumnado (Gordillo, 2023). El
clima perfecto es difícil de alcanzar, pero aspirar a construir y estar presente en un entorno
positivo y comprensivo debe de ser una prioridad para los líderes universitarios ya que el
clima emocional positivo es saludable y favorece al aprendizaje, mejorando el rendimiento
académico y motivando a los estudiantes quienes responden mejor construyendo relaciones
sanas y conductas positivas. Todo esto fortalece su seguridad emocional, su actitud ante el
estudio, y su compromiso con las metas educativas (Pacheco et al., 2018).
Por el contrario, un ambiente hostil, cargado de tensiones o emociones negativas
puede dificultar seriamente el proceso formativo. En estas condiciones, las respuestas del
alumnado distan mucho de aquellas que se dan cuando se sienten en un entorno de confianza,
donde sus esfuerzos son reconocidos (Bisquerra et al., 2015). Esta situación, además, repercute
negativamente en el cumplimiento de los objetivos institucionales y en calidad educativa. Por
ello, se recomienda implementar estudios periódicos sobre el clima educativo en las
universidades, con el fin de conocer la percepciones, opiniones y experiencias de todos los
actores que conforman la comunidad académica (Pacheco et al., 2018).
La labor docente en este contexto va mucho más allá de transmitir conocimientos,
debido que asume roles en la formación integral y emocional de los estudiantes, uno de los
retos s complejos y al mismo tiempo uno de los aspectos s olvidados en el sistema
educativo. Es responsabilidad de las instituciones y especialmente del profesorado, generar
un clima de aula que no solo promueva el aprendizaje, sino que también inspire el desarrollo
personal, fortaleciendo la autoestima y el crecimiento emocional de los estudiantes. Diversos
estudios han demostrado que el aprendizaje adquiere mayor significado y profundidad
cuando los estudiantes se sienten valorados, respetados y tratados con afecto (Costa-
Rodrigueza et al, 2021).
Análisis general
En términos generales, el desarrollo de la Inteligencia Emocional en los estudiantes
universitarios no solo mejora su desempeño académico, sino que también influye en su
bienestar psicológico, permitiéndoles afrontar los desafíos de esta etapa de manera efectiva
(Puertas et al., 2020; Costa-Rodrigueza et al, 2021).
Bauz junto con otros investigadores (2024) concluyen en su estudio que el rendimiento
académico y bienestar de los alumnos pueden mejorar significativamente mediante la
implementación de programas orientados al desarrollo de habilidades emocionales como es
la educación emocional, la cual beneficia significativamente a los estudiantes fomentando un
ambiente positivo y un aprendizaje significativo. De igual manera, Puertas-Molero et al. (2020)
a través de un metaanálisis evidencian que la aplicación programas de Inteligencia Emocional
en el alumnado genera efectos positivos significativos, especialmente en las habilidades
sociales, sociales, regulación de emociones y afrontamiento adecuado de dificultades
académicas. Por otra parte, en la investigación realizada por Cisneros e Iglesias (2024)
concluyen que no existe una correlación significativa entre el rendimiento académico y la
inteligencia emocional en estudiantes tecnológicos de la carrera de educación inicial.
A pesar de estos hallazgos, existen otras investigaciones que evidencian una relación
positiva entre la inteligencia emocional y el rendimiento académico. Como es el estudio de
Figueroa (2023), e Idrogo Zamora y Asenjo-Alarcón (2021) quienes afirman que los
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estudiantes con altos niveles de inteligencia emocional (IE) tienen la capacidad de reconocer,
comprender y regular sus emociones, habilidad que les permite alcanzar un rendimiento
académico superior.
Referente a la relación de estrés y rendimiento académico, el investigador Bernedo
junto con sus colegas (2022) destacan que el 78.1% de los estudiantes de enfermería de
Ponferrada presentaron niveles de estrés significativos durante sus prácticas clínica, según los
resultados del cuestionario bilingüe de estresores en las prácticas (KEZKAK). A pesar de ello,
la mayoría de los estudiantes mostraron niveles adecuados de inteligencia emocional,
medidos mediante la escala Trait Meta-Mood Scale (TMMS-24), lo cual podría estar
funcionando como un factor protector ante las demandas emocionales del entorno clínico.
Por lo cual concluyen que se debe de llevar a cabo programas de educación emocional
para minimizar el estrés y fomentar la Inteligencia emocional. De igual manera, Espinosa,
Hernández, Rodríguez, Chacín & Bermúdez-Pirela (2020) investigaron la influencia del estrés
en el rendimiento académico de estudiantes universitarios de la carrera de psicología y trabajo
social de la Universidad Simón Bolívar mediante la escala de Borges y Melgosa, y concluyeron
que el estrés si influye en el rendimiento académico. A su vez se completa con la información
que indican los autores Jarrín-García & Moreta (2024) acerca de los alumnos que perciben un
evento estresante y no tienen la capacidad de regular sus emociones adecuadamente pueden
presentar problemas para adaptarse a la universidad.
En cuanto a la relación entre motivación y rendimiento académico, Los autores
Rebolledo, Narváes y Arellano (2020) en su investigación realizada en estudiantes
pertenecientes de las carreras de la salud de la Universidad del Desarrollo, establecen relación
entre estas dos variables y afirman que solo factores motivacionales son predictores de la
aprobación de los estudiantes y lo influyen directamente las creencias de Autoeficacia,
Motivación Extrínseca y Motivación Intrínseca de Experiencias Estimulantes. De igual
manera, los autores Quiñónez, Quiñónez & Carvajal-Parra (2023) afirman en su investigación
que existe relación entre la motivación y la mejora del rendimiento académico, y hacen énfasis
sobre la importancia de reconocer y abordar la motivación tanto intrínseca como extrínseca.
Por otra parte, Torres, Quílez y Cortés (2023) concluyen en su artículo que la motivación es un
buen predictor del éxito académico y por eso existe relación entre estas dos variables.
CONCLUSIÓN
El presente estudio destacó la importancia del desarrollo de los estados emocionales en el
ámbito educativo, resaltando que la Inteligencia Emocional cumple un rol fundamental en el
bienestar y rendimiento académico del alumnado al facilitar el reconocimiento, la gestión y
expresión adecuada de emociones (Buaz et al., 2024). Desde esta perspectiva, el aprendizaje a
mediado por las emociones no debe considerarse un complemento de la educación, sino como
un objetivo esencial, ya que el clima emocional en el aula incide directamente en la motivación
y el desempeño de los estudiantes. La capacidad del docente para fomentar un entorno
emocionalmente positivo es determinante en la experiencia educativa, ya que favorece la
implicación activa del estudiante en su proceso de aprendizaje (Costa-Rodriguez et al., 2021).
Cuando las emociones negativas no son reguladas de manera adecuada, pueden
generar respuestas emocionales desfavorables que interfieren en el aprendizaje. Por tal razón,
la motivación juega un papel esencial, debido a que la motivación intrínseca es el principal
motor del logro académico, mientras que la motivación extrínseca contribuye a fortalecer los
procesos de formación (Costa-Rodrigueza et al, 2021; Quiñónez-Cabeza et al., 2024).
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El desarrollo de la Inteligencia Emocional en los estudiantes universitarios se constituye en
un pilar esencial para el bienestar integral del estudiante al impactar positivamente la
capacidad para tomar decisiones, establecer vínculos interpersonales saludables y
desenvolverse con eficacia en su entorno (Puertas et al., 2020). La salud mental, reconocida
como un derecho humano fundamental, es un componente clave para el desarrollo personal,
comunitario y socioeconómico, lo que resalta la necesidad de integrar la refuerza la gestión
emocional como componente transversal dentro de la formación académica (OPS, 2025).
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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