142
Sandra Patricia Pazmiño Moscoso / Wilson Samir Molina Chávez
Fundación Internacional para la Educación la Ciencia y la Tecnología, FIECYT.
hiperosmolares reportaban hasta un 15% de reacciones adversas, razón por la cual su uso ha
sido prácticamente abandonado (Garrido et al., 2020).
Por otra parte, es importante precisar que los términos osmolalidad y osmolaridad suelen
emplearse indistintamente para expresar la concentración de solutos totales en una solución.
No obstante, el uso correcto depende de la unidad de medida: la osmolalidad se expresa en
miliosmoles por kilogramo de agua (mOsm/kg) y la osmolaridad en miliosmoles por litro de
solución (mOsm/L) (Martí-Bonmatí & Pallardó Calatayud, 2007).
La nefrotoxicidad de los medios de contraste intravenosos ha sido documentada desde
hace décadas, atribuida a su efecto citotóxico sobre las células tubulares renales, la alteración
del flujo sanguíneo intrarrenal y la generación de radicales libres que inducen apoptosis
(Garrido et al., 2020). Sin embargo, estudios recientes cuestionan la asociación directa entre el
uso de medios de contraste y el desarrollo de lesión renal aguda (LRA). Esta se define como
el aumento de la creatinina sérica ≥0,3 mg/dL en 48 horas, un incremento ≥1,5 veces el valor
basal en siete días o un volumen urinario <0,5 mL/kg/h durante más de seis horas (Garrido
et al., 2020).
La evidencia disponible indica que la variación de la creatinina sérica en los primeros
dos días tras la administración de contraste intravenoso no muestra diferencias significativas
entre los grupos expuestos y no expuestos. Asimismo, la incidencia de LRA es similar en
pacientes con enfermedad renal crónica, lo que sugiere que el uso de tomografía
computarizada con contraste podría no estar asociado con un mayor riesgo de LRA e, incluso,
podría relacionarse con beneficios en la mortalidad de pacientes que requieren hospitalización
de emergencia (Hisamune et al., 2024). No obstante, es fundamental considerar que la
creatinina sérica tiene limitaciones como marcador de LRA, ya que sus valores pueden verse
influenciados por factores externos como sexo, edad, etnia, peso y masa muscular, y además
su incremento suele observarse recién a las 24 horas posteriores al daño renal, por lo que se
considera un marcador tardío (Garrido et al., 2020).
Se llevó a cabo una investigación documental con enfoque deductivo y perspectiva
fenomenológica. Este diseño permitió analizar y sintetizar información científica relevante
sobre la caracterización fisicoquímica y clínica de los medios de contraste intravasculares.
Asimismo, se evaluaron los aspectos éticos y legales que deben considerarse en la elaboración
y aplicación del formato de consentimiento informado utilizado para su administración.
DESARROLLO
En la práctica clínica, la principal característica fisicoquímica de los medios de contraste es la
osmolaridad. Por ello, la clasificación más utilizada se basa en esta propiedad, dividiéndose
en tres categorías: contrastes hiperosmolares (1.200–1.600 mOsm/L), hipoosmolares
(aproximadamente 600 mOsm/L) e isoosmolares (cerca de 300 mOsm/L) (Martí-Bonmatí &
Pallardó Calatayud, 2007).
Los contrastes yodados de alta osmolaridad están compuestos por sales sódicas y/o
meglumina derivadas del ácido benzoico triyodado, con concentraciones que varían entre el
40% y el 78%. En este grupo se incluyen moléculas monoméricas como el amidotrizoato
sódico, el amidotrizoato sodio-meglumina, el iotalamato sódico y el iotalamato sodio-
meglumina. Estos contrastes fueron los primeros empleados en la práctica clínica, aunque su
uso ha disminuido progresivamente con la aparición de nuevas formulaciones, como los
iónicos dímeros y, especialmente, los no iónicos de baja osmolaridad. Más recientemente, se
han desarrollado moléculas isoosmolares, las cuales presentan menos efectos adversos debido
a que su osmolaridad es similar a la del plasma sanguíneo.