Cierto es que los conocimientos aportan al futuro de la sociedad, tanto como las
acciones, los comportamientos, los hábitos y las posturas de los seres humanos
destruyen o sostienen al medio ambiente. Educar para un mundo mejor sí es posible,
la educación de los niños es el pilar de nuestra sociedad (Díaz y Alemán, 2008); para
ello es necesario educarlos bajo una cultura medioambiental constructivista. Desde el
punto de vista de otros autores en investigaciones del tema, declaran que:
La esencia de la vida en comunidad se basa en la posibilidad de elucidar e integrar
los mejores rasgos de los individuos que la constituyen, es necesario que la
educación, como instrumento de socialización y de actitud crítica, adopte respuestas
válidas para los retos que tiene planteados la humanidad. (Novo, 2009)
La Pedagogía Verde es un conjunto de conceptos, ideas y estrategias para
acompañar el desarrollo humano cultivando el vínculo de amor hacia la tierra y todos
los seres que la habitan (Freire, 2018); es fundamental para los seres humanos, pues
el contacto con la naturaleza permite la maduración el sistema nervioso y del
organismo desde las primeras etapas de la infancia, además permite construir una
identidad autónoma, en relación de interdependencia con los demás seres vivos,
genera actividad física, desarrolla las capacidades psicomotoras y la inteligencia
espacial, mejora la salud en general y genera una conciencia crítica y reflexiva. Pérez
y Belletich (2018) consideran que la Pedagogía Verde construye la naturaleza interna
de los niños, y su necesidad de crecer en cada una de sus dimensiones humanas:
física, emocional, social, intelectual y espiritual.
El enfoque educativo aborda cuestiones profundas que ponen en relación los
principios de la pedagogía activa con el medio natural, Díaz y Alemán (2008) señalan
que la educación posee tres funciones: la primera es la preservadora, garantiza la
continuidad y cohesión; la segunda, el desarrollo permite formar personas críticas y
creativas para generar conocimientos, da respuesta desde un enfoque histórico
cultural a los problemas actuales y futuros; y la tercera es la promoción, que refuerza
a las dos anteriores, prepara a los estudiantes para difundir los nuevos conocimientos
que se van presentando con el transcurso del tiempo. Las instituciones educativas
están a cargo de una gran responsabilidad, pues se pretende liderar una
transformación cultural sin precedentes, que permita evolucionar desde una sociedad
biofóbica que llena de miedo, perjuicios que no actúa de manera frontal con la
Naturaleza, y la destruye, hacia una sociedad biofílica (de bios=vida y filos=amor),
considerando que eje primordial es el amor y el cuidado a la vida. Se ha verificado
que la Naturaleza es el mejor medio para un desarrollo y un aprendizaje holístico (del
griego hólos=todo, que implica todas las dimensiones del ser humano) y saludable.
(Freire, 2018)
El entorno natural debería ser el conductor del aprendizaje, fusionando los
contenidos que trata el currículo. Freire (2018) denota que “la naturaleza es madre y
es maestra” (p. 4), de esta concepción se puede fomentar una cultura de amor por la
tierra, adoptando una perspectiva no-antropocéntrica que permita aprender a convivir,
de manera práctica aumentando las relaciones y la frecuencia de contacto,
emprendiendo un proceso de transformación aptitudinal generando un proyecto
educativo biométrico.
La pedagogía verde enmarcará las bases pedagógicas de la educación actual, es
fundamental que las áreas de estudio se enriquezcan y se hagan más significativas,
con el tratamiento de temas que corresponden a los ejes transversales que son
instrumentos básicos y valiosos para la mejor comprensión, análisis y transformación
de la realidad. Para comenzar con la aplicación de esta, se requiere que las
instituciones educativas abran sus puertas a la naturaleza, sacando la educación del