y tránsfobas de modo que, temas como la justicia social, la política identitaria y la
interseccionalidad se deben visibilizar por medio de un lenguaje políticamente correcto, así la
sociedad con un sentido de culpa es sensibilizada, aprendiendo a identificar estas
discriminaciones y acabará por fin con las opresiones originadas por el sistema patriarcal.
Empero, el autor cuestiona el argumento de que, si nuestro sistema social no funciona,
entonces: ¿Cuál sistema sí funciona? ¿Con cuál sistema nos comparan? En efecto hay
aspectos por mejorar. “Solo que, cuando uno habla de nuestras sociedades con ese tono
hostil de quien se erige a la vez en juez, jurado y verdugo, tenemos derecho a exigir que se
explique” (p. 255).
Con este razonamiento se incorpora la corrección política al lenguaje. El lenguaje
políticamente correcto se funda en el mantra de la supuesta invisibilización de la mujer
oprimida por un lenguaje sexista creado por un sistema patriarcal. Lenguaje creado no se
sabe cuándo, ni dónde, ni a cuántas lenguas afectó (Villanueva, 2021). Empero, debe ser
reestructurado en lo que se conoce como desdoblamiento de los géneros lingüísticos. Las
palabras terminadas en “o”, como ‘todos’ y el artículo ‘los’ ya no incluye ni reúnen, sino que
discriminan. El género gramatical no marcado manifestado en las palabras neutras
terminadas en “e” también sucumben a este disparate porque deben ser antecedidas por ‘los’
y ‘las’. El “todos” ahora debe ir acompañado de “todas”, extendiéndose a los adjetivos y hasta
sustantivos de la lengua española. Ciudadanos y ciudadanas, niños y niñas, colombianos y
colombianas, profesores y profesoras, amigos y amigas, los gerentes y las gerentas, los
asistentes y las asistentas, los estudiantes y las estudiantas, etc.
Las profesiones, los cargos y ocupaciones tampoco escapan a la corrección política.
Se exige la titulación como: Abogade, licenciade, psicólogue, entre otros. Frente a esto surgen
inquietudes como: ¿De qué forma se nombraría a electricistas, dentistas, policías o taxistas?
o ¿Cómo nombrar animales como ballena, jirafa o murciélago? ¿Hay alcaldesa, pero no
alcaldeso, presidenta, pero no presidento, jueza, pero no juezo?
Coincidiendo con la investigación de Pons et al., 2022, la reinterpretación de las
normas y ajustar la estructura del lenguaje, hace que el entendimiento lingüístico de la acción
comunicativa pierda su objetividad sólo para dar paso al señalamiento y la acusación de la
subjetiva interpretación particular y de la vigilancia atenta de la policía de género. La escritura
y lectura de cualquier tipo de material bajo estas disposiciones es tediosa y omite la
economicidad del lenguaje. Se hace complicado “dado el uso completamente caótico de los
desdoblamientos del llamado «lenguaje inclusivo» —guiones, conjunciones, barras, usos no
desdoblados... ¡en una misma frase! —” (Errasti & Pérez, 2022, p. 86).
De modo que, la falacia del lenguaje sexista desconoce las reglas de la gramática. No
atiende los niveles del léxico, de la morfología ni de la sintaxis. “Las gramáticas no pueden
ser sexistas, de la misma forma que no pueden ser comunistas, anarquistas, liberales o
ecologistas” (Fábregas, Chéliz, Molina, & Martí, 2012, párr.10)
En este orden de ideas, la persona que emplea los neologismos extiende el referente
de su discurso, asimismo, se incluye, lo que da la impresión de ser una persona de prestigio,
sofisticada e intelectual. Y las demás personas de las que habla, se concentran más en la
forma como son mencionadas por separado, esperando una omisión o un leve error para
exigir su inclusión en el discurso (los, las, les; el, ella, elle; todos, todas, todes). El mensaje
pierde su importancia pasando a un segundo lugar.
“¿Quién va a resistir la tentación narcisista de poder hablar sobre sí mismo incluso
cuando no está hablando sobre sí mismo? [...] La revolución queer podrá ser útil o inútil,
progresista o reaccionaria, pero nadie pondrá en duda que cambiar el mundo cambiando las
palabras es muy barato (Errasti y Pérez, 2022, p. 225).
A lo que Villanueva (2021) reafirma:
De otro modo sería muy fácil arreglar el mundo, simplemente por dejar de dar nombre
a todo lo que en él nos hiere o desagrada: desde las enfermedades y la propia muerte hasta
las injusticias, los agravios y las violencias. ¿Desaparecerían así? (p. 16).
En este punto, nos encontramos con un absurdo que pretende obligar a las personas
a cambiar la forma de hablar, sopena de la sanción o multas. Se aplica la corrección política