Enero, 2025
Vol. 9, No. 19. 96-108
https://doi.org/10.53877/rc9.19-515
Revista multidisciplinaria
e-ISSN: 2602-8247
www.retosdelacienciaec.com
PROCESO DE NORMALIZACIÓN DEL CONSUMO DE
DROGAS EN JÓVENES
PROCESS OF NORMALIZATION OF DRUG USE AMONG
YOUNG PEOPLE
Elisabeth Jiménez-Pesántez
1
Nadia Campoverde-Ordóñez
2
Recibido: 2024-08-20 / Revisado: 2024-10-10 / Aceptado: 2024-11-15 / Publicado: 2025-01-01
RESUMEN
Ecuador enfrenta una grave crisis de salud pública debido al elevado consumo de drogas,
posicionándose como uno de los países con altos índices de ingesta de alcohol, tabaco y
marihuana en América Latina. El objetivo de este estudio es comprender el desarrollo del
proceso de normalización del consumo de sustancias psicoactivas desde la perspectiva de
jóvenes de 20 a 25 años en el cantón Santa Isabel, en la provincia del Azuay. Se trata de una
investigación de corte cualitativo, a partir del análisis de contenido de 10 entrevistas
semiestructuradas. Los resultados dan cuenta que, los participantes en su adolescencia se
familiarizaron con el uso de drogas a través de sus amigos, en entornos educativos, sociales
y deportivos, asociándolas con relajación, socialización y diversión. Asimismo, señalaron que,
al exponerse de manera sostenida a eventos similares, sus pensamientos, emociones y
actitudes ante el consumo, fueron diferentes a los de sus experiencias iniciales; e identificaron
que, en su entorno existieron patrones socioculturales y normativas vigentes, que los llevaron
a habituarse a ese comportamiento. Tras experimentar estos dos procesos, todos
mencionaron que asumieron el consumo de sustancias psicoactivas, como algo normal entre
jóvenes y finalmente ingirieron alguna droga, por motivaciones y con frecuencias
diferenciadas. Estos hallazgos sugieren que la normalización del consumo de drogas en este
grupo es un proceso complejo, resultado de una serie de eventos, en los cuales los
participantes consideran que interactuaron factores individuales, familiares, sociales,
culturales y políticos.
Palabras clave: drogas, consumo, jóvenes, normalización.
ABSTRACT
Ecuador is currently experiencing a significant public health crisis, largely attributed to the high
prevalence of drug consumption. In fact, it is estimated that Ecuador has one of the highest
rates of alcohol, tobacco, and marijuana use in Latin America. The objective of this study is to
gain insight into the process of normalisation of psychoactive substance consumption from
the perspective of young people between the ages of 20 and 25 in the Santa Isabel canton,
1
Magíster en Gestión y Desarrollo Social. Docente Investigadora en la Universidad Politécnica Salesiana.
Ecuador. ejimenezp@ups.edu.ec / https://orcid.org/0009-0001-8488-2578
2
Licenciada en Psicología General. Investigadora Independiente. Ecuador. nadialexandr@hotmail.com /
https://orcid.org/0009-0006-0715-6843
Forma sugerida de citar: Jiménez-Pesántez, E. y Campoverde-Ordóñez, N. (2024). Proceso de normalización del
consumo de drogas en jóvenes. Revista Científica Retos de la Ciencia. 9(19). 96-108
https://doi.org/10.53877/rc9.19-515
Elisabeth Jiménez / Nadia Campoverde
Fundación Internacional para la Educación la Ciencia y la Tecnología, FIECYT
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located in the province of Azuay. This is a qualitative research study based on the content
analysis of 10 semi-structured interviews. The findings indicate that the participants first
became acquainted with drug use through their peers, in educational, social, and athletic
settings, associating it with relaxation, socialization, and enjoyment. Furthermore, they
indicated that when they were repeatedly exposed to similar events, their thoughts, emotions,
and attitudes towards drug use diverged from those initially experienced. They also identified
the presence of sociocultural and normative patterns in their environment that led to the
formation of these behavioural patterns. Following the completion of these two processes, all
participants reported that they had come to view the consumption of psychoactive substances
as a normal practice among young people. They subsequently proceeded to ingest a variety
of drugs, for a range of motivations and at varying frequencies. These findings indicate that
the normalization of drug use in this group is a complex process, the result of a series of events
in which the participants consider that individual, family, social, cultural and political factors
interact.
Keywords: drugs, consumption, young people, normalization.
INTRODUCCIÓN
La ingesta de sustancias psicoactivas constituye un problema a nivel global en términos de
salud mental y social. De acuerdo con el reporte de la Oficina de las Naciones Unidas frente
a las Drogas y el Delito (UNODC, 2024), alrededor del mundo 292 millones de personas han
consumido algún tipo de droga, resultando el cannabis la sustancia más conocida, en tanto
es empleada por el 78% de consumidores. En el caso de Ecuador, este constituye un
fenómeno socioeconómico preocupante, según la Comisión Interamericana para el Control
del Abuso de Drogas (CICAD, 2021), este país ocupa el primer lugar en el consumo de alcohol
en Latinoamérica, el segundo por excesivo uso de tabaco superando a los Estados Unidos y
México, y el cuarto respecto a la ingesta de marihuana.
El Ministerio de Salud blica de Ecuador (MSP, 2020) señala que, a nivel nacional,
existen aproximadamente 800.000 individuos que consumen alcohol, tabaco u otras
sustancias; además, se identifican como provincias de mayor consumo: Guayas, Pichincha,
Manabí y Azuay. En lo que respecta al contexto de estudio, de acuerdo con el Plan de
Ordenamiento Territorial del cantón Santa Isabel 2020-2030, perteneciente a la provincia del
Azuay, el 44% de la población estima la ingesta de alcohol y drogas como el principal
problema de la comunidad.
El Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas de los Estados Unidos (NIDA, 2023)
menciona que el consumo de sustancias tiene afectaciones motivacionales, emocionales,
comportamentales, físicas, sociales y en el aprendizaje de los jóvenes. Los efectos asociados
al consumo de drogas en general y el cannabis en particular variarán según la frecuencia y
la cantidad de dosis ingerida (NIDA, 2020a). Estos pueden manifestarse en el corto plazo,
como resultado de la sobre estimulación en el cerebro al producir alteraciones en: los
sentidos, la percepción, la memoria, la atención, la concentración, el estado de ánimo, la
coordinación motora y el juicio (NIDA, 2020b; Organización Panamericana de la Salud [OPS],
2018). Asimismo, se identifican cuadros de ansiedad, pánico, incremento en el apetito,
afecciones físicas como taquicardia, sudoración y alteraciones en el sueño (CEDRO, 2018).
Dentro de las afectaciones a largo plazo, se encuentran: alteraciones el campo
neurobiológico, modificaciones en la estructura cerebral en el hipocampo, la corteza
prefrontal, el cerebelo y el sistema de recompensas (OPS, 2018; Cortés et al., 2019). De igual
forma, se refieren cambios en los procesos cognitivos, tales como disminución en la atención,
el aprendizaje, la memoria (OPS, 2018; Pozo et al., 2019). A nivel psicológico, se presentan
cuadros de dependencia y trastornos como: depresión, ansiedad, psicosis, ideación y
conductas suicidas (OPS, 2018). En lo que respecta a daños físicos, se mencionan
enfermedades cardiovasculares, respiratorias, cáncer, afectaciones en el sistema
inmunológico y reproductivo (NIDA, 2020b; OPS, 2018). Así también, se encuentran efectos
negativos en el desarrollo social de los individuos, tales como deserción del sistema
Proceso de normalización del consumo de drogas en jóvenes
educativo, involucramiento en actos delictivos, y diversas manifestaciones de violencia (OPS,
2018).
Por lo tanto, resulta imprescindible comprender desde la perspectiva de jóvenes de 20 a
25 años, cómo se desarrolla el proceso de normalización del consumo de drogas, por ende,
los resultados de este estudio contribuyen a desarrollar mecanismos contextualizados y
articulados para la prevención del uso de sustancias psicoactivas, desde edades más
tempranas, en el nivel familiar, educativo y social.
1. venes y consumo de sustancias psicoactivas
En el estudio de este problema psicosocial, se encuentran autores que plantean la existencia
de factores multicausales. En el plano individual, diversos estudios identifican aspectos que
contribuyen al consumo de sustancias. Steinberg (2008) destaca en la etapa de la
adolescencia la inmadurez neurobiológica, caracterizada por la impulsividad y la toma de
decisiones arriesgadas, como un factor importante. Por su parte, la OPS (2018) y la UNODC
(2015) señalan que el consumo temprano de drogas se vincula a problemas de salud mental
como baja autoestima y dificultades para manejar el estrés. Además, el deseo de
experimentar y explorar nuevas sensaciones, especialmente con sustancias como la
marihuana, es un motivador común entre los adolescentes (Brumback et al., 2021). Las
representaciones sociales de las drogas también influyen en su consumo, ya que muchos
jóvenes las asocian con conceptos positivos como amistad y diversión (Abarca y Baïz, 2020).
Además de los factores individuales, el entorno familiar desempeña un papel crucial
en el desarrollo del consumo de drogas. Estilos de crianza inadecuados, como los permisivos,
sobreprotectores o autoritarios, a como la presencia violencia intrafamiliar, aumentan el
riesgo de consumo. Además, tener familiares consumidores o actitudes parentales permisivas
hacia las drogas puede normalizar este comportamiento y facilitar su inicio. Por otro lado, la
falta de expectativas positivas por parte de los padres o el abandono del hogar pueden
generar sentimientos de baja autoestima y búsqueda de pertenencia, lo que puede llevar a
los adolescentes y jóvenes a relacionarse con grupos que consumen drogas (OPS, 2018).
Así también, el uso de sustancias psicoactivas, según Espinosa et al. (2016) se
ahonda significativamente en ambientes educativos y sociales. La pertenencia a grupos de
pares que consumen sustancias, la búsqueda de identidad y aceptación social son factores
clave (Quimbayo y Bonilla, 2017). Además, la presión ejercida por estos ya sea a través de
la influencia directa o de la normalización del consumo, puede llevar a los adolescentes a
experimentar con drogas (Ongel et al., 2016). En este mismo sentido, el ámbito académico
en el que se desenvuelven adolescentes y jóvenes influye significativamente; dicha práctica
se asocia con: poco interés, bajo rendimiento académico y problemas de conducta; asimismo,
con la presencia de compañeros consumidores, el estigma y la falta de apoyo por parte de la
institución educativa, pueden exacerbar dicho comportamiento (OPS, 2018).
Por otro lado, las políticas públicas desempeñan un papel crucial en el consumo de
drogas. La falta de regulación en su venta, la normalización social del consumo a través de
la publicidad y medios de comunicación, son factores que favorecen el inicio y la perpetuación
del problema, en tanto contribuyen a crear entornos que facilitan el uso de sustancias
(UNODC, 2022). La OPS (2018) por su parte, señala otros factores de riego a nivel social,
tales como: el fácil acceso a sustancias, condiciones de vida con privaciones por pobreza o
pobreza extrema. Entonces, los referidos estudios dan cuenta que el consumo de drogas en
adolescentes y jóvenes es un problema multifactorial que requiere de una respuesta integral.
La interacción de factores individuales, familiares, sociales, académicos y políticos crea un
entorno complejo que facilita el acercamiento y normalización del consumo.
2. Normalización sociocultural del consumo de sustancias psicoactivas
Durante la década de los 90, el auge del postmodernismo trajo consigo una serie de cambios
sociales que se manifestaron de manera particular en el comportamiento de los jóvenes. La
prolongación de la adolescencia y la dificultad para alcanzar la adultez (Alonso, 2001)
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generaron un clima de incertidumbre y búsqueda de identidad. Se difundió un estilo de vida
hedonista, centrado en el disfrute y el consumo, promoviendo el uso de sustancias como una
forma de vida accesible a todos (Martínez y Conde, 2013). Según Pallarés et al. (2006), los
jóvenes veían en las drogas un medio para alcanzar un estado de bienestar en una sociedad
que prioriza el consumo inmediato, convirtiéndolas en mercancías funcionales para satisfacer
deseos y necesidades. Sin embargo, este no era un hecho aislado, ya que la precarización
laboral y la incertidumbre económica de la época generaron sentimientos de angustia y
ansiedad en los jóvenes, quienes encontraron en el consumo de drogas una forma de escapar
de esta realidad (Duff, 2004). Según Oleaque (2004), la falta de expectativas y la squeda
de experiencias intensas impulsaron a muchos jóvenes a utilizar las drogas como un
mecanismo de compensación y evasión.
En ese contexto, el auge de las culturas acid, techno y club en Europa, popularizaron
el consumo de éxtasis y cannabis en entornos festivos (Colling, 2002), atrajeron a un amplio
sector de la juventud independientemente de su origen socioeconómico o ideología (Díaz et
al., 2001; Oleaque, 2004). Así, el uso de sustancias psicoactivas dejó de asociarse
exclusivamente a problemas sociales y se convirtió en una práctica común y aceptada en
ciertos espacios de interacción juvenil. Esta normalización se vio favorecida por la ausencia
de estigmatización y la percepción de que el consumo recreativo era inofensivo (Martínez y
Arana, 2015).
Es así como, la normalización sociocultural del consumo de sustancias psicoactivas
se define como la creciente aceptación social de este comportamiento, caracterizada por una
menor percepción de riesgos y una mayor facilidad de acceso. Este proceso se manifiesta en
diversos indicadores, como el aumento de la prevalencia, la normalización cultural del
consumo y la evolución hacia políticas más permisivas (Martínez y Arana, 2015; Parker et al.,
1998). De esta forma el significado social de las drogas se ha transformado, pasando de ser
un símbolo de marginalidad a convertirse en un elemento común en ciertos grupos sociales
(Martínez y Arana, 2015). Por lo tanto, se encuentra que este cambio se produce a nivel
macrosocial (Parker et al., 1998; Parker, 2005), pero también en el plano individual (Duff,
2011).
En el espectro macrosocial, se observa una tendencia hacia la despenalización del
consumo de drogas, impulsada por un enfoque de salud pública y derechos humanos (Cunial,
2018). Esta tendencia contrasta con el paradigma prohibicionista tradicional y refleja una
mayor aceptación social del consumo (Martínez y Arana, 2015). Sin embargo, la
implementación de estas políticas no ha estado exenta de desafíos. Es el caso particular de
Ecuador, en donde la Constitución de 2008 prohíbe la criminalización del consumo de drogas,
y determina que las adicciones constituyen un problema de salud pública. Dentro de este
marco jurídico, en el año 2013 se estableció la tabla de consumo (Consejo Nacional de
Control de Sustancias Estupefacientes y Psicotrópicas [CONSEP], 2013), misma que
eliminaba la penalización y promovía el derecho a la salud y a la rehabilitación de los
consumidores. Sin embargo, contrario a los objetivos iniciales los resultados fueron negativos
en la sociedad (García, 2021). De allí que, algunos estudios (Calle y Farez, 2024; Charles,
2022; UNODC, 2022) mencionan que, la implementación de esta política había generado: un
notorio incremento de consumidores, altas tasas de violencia asociadas al consumo,
presencia de criminalidad vinculada al microtráfico, disputas por territorios de expendio.
Factores por los cuales la tabla de consumo fue derogada en Ecuador en el año 2023
(Ministerio del Interior, 2023). Este escenario plantea interrogantes sobre los factores que
influyen en esta problemática y los mecanismos psicosociales que subyacen a la
normalización del consumo de drogas. Para abordar estas cuestiones, es necesario
profundizar en el análisis a nivel microsocial.
3. Procesos Psicosociales
La normalización del consumo de drogas es un proceso complejo influenciado por factores
microsociales, como las actitudes, creencias, normas y relaciones sociales. Para comprender
Proceso de normalización del consumo de drogas en jóvenes
este fenómeno, adoptamos un enfoque psicosocial centrado en los conceptos de
familiarización, habituación y normalización. Estos procesos, según Montero (2004), se
refieren a la manera en que las personas incorporan nuevas experiencias y comportamientos
a su vida cotidiana a través de las interacciones sociales. A medida que los individuos se
exponen repetidamente a una determinada conducta, como el consumo de drogas, es más
probable que la normalicen y la integren en sus patrones de comportamiento. Este estudio
explorará cómo estos procesos psicosociales contribuyen a la aceptación social del consumo
de drogas.
3.1 Familiarización
Por su parte Moscovici y Mugny (1987) aportaron con el concepto de familiarización y
mencionaron que, este proceso permite hacer conocido lo desconocido, mediante el uso de
la representación social, lo que lleva al desarrollo de mecanismos de clasificación,
categorización, etiquetado, denominación y explicación. Lo familiar se fusiona con lo extraño
mediante el uso de estos mecanismos, que se guían por una lógica particular. El proceso de
familiarización es una evolución sociocognitiva que involucra a actores externos e internos
avanzando en su comprensión mutua y aprendizaje sobre la cultura de cada grupo, resultando
en la incorporación de lo desconocido (Montero, 2004).
3.2 Habituación
Respecto a este proceso psicosocial, Bourdieu (1972) explica que, la habituación es un tipo
de regularidad que se asocia con un entorno socialmente establecido, implica mantener
comportamientos, acciones y respuestas que se convierten en un patrón de actuación con el
tiempo. En la misma línea, Montero (2004) afirma que nuestra capacidad de reaccionar
espontáneamente sin depender de directivas específicas puede atribuirse a nuestro
comportamiento habitual, ya que existen acciones preestablecidas que generan un resultado
socialmente predeterminado y esperado. Atambién, las estructuras sociales objetivas son
responsables de estas respuestas y ayudan a mantenerlas (Montero, 2004).
3.3 Normalización
Este proceso implica que los comportamientos y patrones aceptados socialmente, pasan a
considerarse a nivel individual parte esencial de la vida y la sociedad, esto implica abrazar
las realidades de la existencia diaria, incluso conduce a aceptar aspectos negativos para la
vida de los individuos, así también es responsable que estos hechos se mantengan (Montero,
2004). Por su parte, Moscovici y Mugny (1987) lo describen como una cadena de eventos
cognitivos, que conducen a la integración del conocimiento adquirido con la realidad existente,
haciéndolo aceptable y admisible, esto posibilita su incorporación al mundo; en consecuencia,
se mantienen determinadas instituciones y estilos de vida.
Este marco conceptual propone que la normalización del consumo de drogas es el
resultado de una interacción compleja entre estos tres procesos, influenciada por factores
individuales (edad, género, personalidad), familiares (estructura, funcionalidad,
comunicación, estilos de crianza), sociales (presión de grupo, normas sociales) y
contextuales (disponibilidad de la droga, políticas públicas). Al integrar estos conceptos,
buscamos comprender mo los individuos naturalizan el consumo de drogas, cómo se
construyen y se transforman las normas sociales relacionadas con el uso de sustancias
psicoactivas, y aportar así al diseño de intervenciones efectivas para prevenir y reducir los
daños asociados a esta problemática.
Si bien los conceptos planteados proporcionan una base sólida para comprender la
normalización del consumo de drogas, es necesario validarlo empíricamente. En este sentido,
la revisión de la literatura revela que, aunque existen estudios que han explorado aspectos
psicosociales del consumo de drogas (Aguilera, 2019; Bárcena, 2023; Gómez et al., 2021) no
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se encontraron investigaciones que integren los tres procesos psicosociales de
familiarización, habituación y normalización de manera explícita.
Bárcena (2023), realizó una revisión sistemática, por medio de la cual identifica que,
existe un incremento significativo en el consumo de drogas entre los adolescentes y jóvenes,
desde el período de la pandemia. Además, refiere que la edad de inicio es cada vez más baja,
lo que genera preocupación por los daños cerebrales que pueden sufrir. Señala también que,
es generalizado el policonsumo, siendo el alcohol, el tabaco y la marihuana las sustancias
más consumidas. En lo que respecta a la normalización, menciona que existe una creciente
naturalización de este comportamiento en la sociedad; por ejemplo, el hecho de que los
adultos consuman drogas frente a niños o adolescentes fomenta su imitación. Del mismo
modo, reconoce que la disponibilidad de drogas, tanto en establecimientos físicos como en
medios virtuales, facilita su adquisición, con consecuencias negativas para su salud y el
desarrollo (Bárcena, 2023).
Por su parte, Aguilera (2019) en su estudio a través de una revisión sistemática,
analiza la relación entre la normalización de la ingesta de alcohol en la sociedad y el impacto
en la vida de los jóvenes. Al respecto, menciona que en el contexto mediterráneo se ha
normalizado el consumo de alcohol, haciéndolo parte de las costumbres sociales y
celebraciones, lo cual minimiza la percepción de los riesgos de consumirlo. Este
comportamiento observado por adolescentes y jóvenes genera un aprendizaje social desde
los adultos. Si bien se resalta que existe una disminución en el uso diario de alcohol entre los
jóvenes, se observa un cambio hacia patrones más riesgosos, como beber grandes
cantidades en poco tiempo, en ambientes festivos a partir de los 13 años. La autora, enfatiza
como un hecho sorprendente, que muchos padres conocen que sus hijos beben alcohol, pero
lo observan con cierta pasividad, respuesta que, sumada a la falta de control en la venta,
constituyen elementos que facilitan el acceso a los adolescentes.
En el mismo sentido, por medio de una investigación cualitativa realizada en Baja
California-México, a cargo de Gómez et al. (2021), se menciona que, los jóvenes en ese
contexto tienen mayor acceso a las drogas y una prevalencia de consumo más alta en
comparación con el resto del país. Así también, la ingesta de sustancias psicoactivas se
realiza en compañía de amigos y familiares, lo que sugiere, una transición hacia una práctica
cultural más que un problema individual. Estos hallazgos dan cuenta de un comportamiento
normalizado en ciertos círculos sociales, pero al mismo tiempo, la existencia de un estigma
asociado a la venta y al consumo problemático. Por lo tanto, los autores indican que el entorno
social y familiar juegan un papel crucial en el inicio y naturalización del consumo de
sustancias. Frente a estas condiciones de vida, algunos jóvenes desarrollan diversas
estrategias para enfrentar la presión de consumir, como negarse o alejarse de situaciones de
riesgo, otros cuestionan la poca efectividad de los programas preventivos tradicionales y
abogan por enfoques que aborden las causas estructurales del problema.
MATERIALES Y MÉTODOS
Este estudio cualitativo, fundamentado en la teoría del constructivismo social, busca
comprender las percepciones y experiencias de jóvenes entre 20 y 25 años residentes en el
centro cantonal de Santa Isabel sobre la normalización del consumo de drogas. A través del
análisis de contenido de 10 entrevistas semiestructuradas, se exploran los factores que
influyen en este comportamiento. El enfoque cualitativo permite profundizar en la
comprensión de las realidades subjetivas de los participantes y construir una interpretación
contextualizada de sus experiencias en torno al objeto de estudio (Hernández Sampieri,
2014). Además, es transversal, en tanto se ejecutó en un marco temporal determinado en el
2024. En este caso se emplearon categorías a priori, esta decisión se fundamenta en la
necesidad de enfocar el análisis en los aspectos teóricamente relevantes de la normalización
de drogas. Además, el uso de categorías a priori facilitó la sistematización del análisis de
datos y garantizó la coherencia entre los datos recolectados y el marco teórico.
Proceso de normalización del consumo de drogas en jóvenes
Se contó con la participación de 10 jóvenes, cuyas edades oscilan entre los 20 y 25 años,
todos residentes del centro cantonal de Santa Isabel. A la fecha de aplicación de la
herramienta, se encuentra que: 5 jóvenes se autodefinen consumidores de sustancias
psicoactivas, 5 refirieron no ser consumidores actualmente, sin embargo, cuentan con un
historial significativo de consumo. En cuanto al género: 4 de los investigados se autodefinen
de género masculino, 5 de género femenino, y 1 LGBTTIQ+. En lo que respecta al nivel
académico: 5 individuos poseen el título de bachiller, 3 cursan el tercer nivel universitario, y 2
cuentan con instrucción superior. Con relación a sus ocupaciones actuales son variadas:
tatuador, auxiliar de farmacia, ama de casa, bombero voluntario, chef, y estudiantes.
Respecto a su situación de convivencia: 2 residen con su madre, 2 con su pareja, 1 con sus
hermanos, 1 con su padre, 1 con sus abuelos, 2 con padre y madre, y 1 joven alterna su
residencia con el padre o la madre, debido al divorcio de sus progenitores.
Para la recolección de datos, se empleó una entrevista semiestructurada, a fin de
recopilar la información correspondiente a los procesos psicosociales de familiarización,
habituación y naturalización del consumo de drogas. La herramienta se aplicó en el lugar de
residencia de los jóvenes, en atención a los principios del enfoque psicosocial que reconoce
y respeta las diferencias culturales de los participantes.
La información se recopiló luego de un proceso respetuoso de acercamiento a los
jóvenes de 20 a 25 años, hasta contar con su autorización. Posterior a esto, se determinó el
lugar y hora para la aplicación de la técnica establecida, con una duración aproximada de 50
minutos. En todos los casos se contó con el consentimiento informado en formato impreso y
suscrito. Además, se dio a conocer: los objetivos de la investigación, el carácter confidencial,
la protección de su dignidad y a ejercer su libertad y el derecho a retirarse el momento que
consideren oportuno.
Particularmente, el procesamiento implicó que todas las entrevistas fueran transcritas,
a cada transcripción se realizó una codificación abierta, con base a las categorías y
subcategorías establecidas a priori, para luego desarrollar el proceso de contrastación de los
hallazgos con el marco teórico y las conjeturas de las autoras (Martínez, 2009). Para este
efecto se emplearon matrices de codificación, se visualizaron las relaciones entre las
categorías y se identificaron los temas centrales. Finalmente, se realizó una codificación
selectiva para integrar los hallazgos en una narrativa coherente que respondiera a las
preguntas de investigación. Este proceso iterativo permitió identificar patrones recurrentes en
los discursos de los jóvenes y relacionarlos con los conceptos de familiarización, habituación
y normalización.
RESULTADOS
A continuación, se describen los resultados, a partir de las percepciones de los participantes
respecto a la normalización del consumo de drogas. Como aspectos generales, se encontró
que todo el grupo asocia drogas con marihuana. Asimismo, en su totalidad denotan una
concepción positiva de estas, ya que las relacionan con relajación, socialización y diversión.
En lo que respecta a la categoría familiarización, que implica volver lo extraño
conocido (Montero, 2004). En este sentido, el grupo de venes mencionó que conocieron las
drogas por medio de sus amigos. La mayoría tuvo su primer contacto con estas sustancias
entre los 13 y 14 años como observadores, en entornos académicos, sociales y deportivos.
Por medio de la subcategoría subproceso cognitivo, se encuentra que cuando los
participantes vieron consumir drogas por primera vez, experimentaron: cuestionamientos,
confusión y conflictos internos. Mientras que, en el subproceso emocional, evocaron un
amplio espectro de sentimientos, desde asombro hasta ansiedad, pasando por incertidumbre
y tristeza. Asimismo, en el subproceso motivacional estas variaron desde: el rechazo inicial
hasta una curiosidad subyacente en algunos casos. En cuanto al subproceso actitudinal, las
respuestas identificadas ante este hecho oscilaron entre: la permanencia pasiva, el deseo de
integrarse socialmente sin consumir, el distanciamiento y pocos una preocupación activa por
el bienestar de sus amigos. Las experiencias compartidas por estos jóvenes dan cuenta de
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la diversidad de reacciones y reflejan a la vez un complejo proceso de familiarización frente
al uso de drogas, a una temprana edad.
Respecto a la categoría habituación, que corresponde a la formación de estructuras
de comportamiento estables que no se adoptan conscientemente y determina la forma de
enfrentar la vida cotidiana (Montero 2004). En este caso las subcategorías: duradero a través
del tiempo, comportamiento cotidiano, pautas sociales y culturales, el grupo comparte que
posterior a su primer encuentro con las drogas, observaron el policonsumo (alcohol,
marihuana) de manera sostenida en amigos, conocidos, familiares, en variados espacios, y
un mayor número de consumidores en fiestas electrónicas en su cantón.
En cuanto a la subcategoría transformación en el pensar, sentir y actuar, se encontró
que, ante la recurrente exposición, los jóvenes mencionan que sufrieron cambios
significativos en esos ámbitos. Así, por ejemplo, recuerdan que perdieron el sentido de
asombro y cuestionamiento. En el plano emocional experimentaron una desensibilización, en
tanto las emociones iniciales de sorpresa, miedo y curiosidad desaparecieron ante el uso
constante entre sus amigos. A nivel motivacional, casi todos los participantes reportaron el
aumento en su impulso y deseo por consumir debido a la exposición permanente, y solo una
persona no se sintió motivada a involucrarse en esa práctica. En cuanto a las actitudes, casi
todos probaron sustancias psicoactivas como una forma de saciar su curiosidad y obtener
una comprensión directa de sus efectos.
Asimismo, la subcategoría regulada por el entorno social da cuenta que este
comportamiento estaba influenciado por sus pares, en eventos festivos que propiciaban un
ambiente para el consumo. Los participantes perciben que, la tabla de consumo hasta la fecha
de su vigencia facilitaba el uso de drogas en espacios públicos, sin temor a la sanción, pero
si al estigma social de las personas adultas. De igual forma mencionaron, que el uso de
sustancias es reforzado por la presencia de influencers en redes sociales, quienes promueven
las drogas como un estilo de vida interesante y deseable. En lo que respecta a la subcategoría
análisis de las pautas sociales y culturales, los relatos de los participantes permitieron
identificar la existencia de una subcultura entre los consumidores. Esta se manifiesta a través
de una serie de elementos distintivos, como códigos lingüísticos, jerga propia, estilos de
vestimenta y la preferencia por ciertos géneros musicales. Conjunto de elementos que
facilitan una comprensión común entre sus integrantes, refuerzan su identidad y sentido de
pertenencia.
Al indagar sobre la categoría normalización, definida como las circunstancias que
llevan a interpretar algo como la forma habitual de ser de las cosas en el mundo. (Montero
2004). Para esto se estableció la subcategoría modo de ser de las cosas, encontrándose que
este grupo estima el consumo de sustancias como un hecho normal y común entre jóvenes,
aunque precisan que, para las personas adultas mayores esto no es así. Asimismo, refieren
que está bien consumir sustancias psicoactivas a partir de los 17 o 18 años, esta aceptación
se basa en la percepción social de que, al alcanzar la mayoría de edad, los individuos
adquieren la capacidad de tomar sus propias decisiones, independientemente de las
consecuencias. Además, valoran el consumo como una respuesta necesaria para calmar el
estrés o la sobrecarga mental. De igual forma, todo el grupo tiene la percepción de que usar
drogas les facilita la socialización, les proporciona entretenimiento y les permite obtener
validación social.
Por último, a través de la subcategoría aceptación de aspectos negativos, se buscó
indagar si la naturalización de este comportamiento les condujo a admitir efectos que
perjudiquen su bienestar personal u otros ámbitos. Con relación a esto, quienes conformaron
el estudio, identifican una amplia gama de consecuencias negativas, basados en sus propias
experiencias asociadas al consumo de sustancias psicoactivas. Entre estas mencionaron
efectos a nivel emocional, tales como: ansiedad, paranoia, cambios bruscos de humor,
irritabilidad, sentimientos de soledad y depresión. En torno a su comportamiento reconocen:
mayor introversión, pérdida de interés en actividades sociales, familiares y disminución de la
motivación. En cuanto a las funciones cognitivas refieren, deterioro de la memoria y
Proceso de normalización del consumo de drogas en jóvenes
dificultades para concentrarse; lo cual incidió en el campo académico, manifestándose en la
pérdida de interés en los estudios y, en algunos casos los condujo al abandono escolar.
DISCUSIÓN
Comprender el desarrollo del proceso de normalización del consumo de sustancias
psicoactivas entre los venes en el cantón Santa Isabel en la provincia del Azuay, es
relevante para plantear estrategias preventivas, ajustadas a la dinámica del entorno en el cual
se desenvuelve esta población. De allí que, los hallazgos de esta investigación sugieren que
el consumo de sustancias psicoactivas se ha normalizado en el grupo estudiado, siendo
percibido como un comportamiento común y aceptado socialmente entre los venes. Esto es
resultado de un conjunto de procesos y subprocesos concatenados, sostenidos en el tiempo,
en diversos entornos en los cuales se desenvuelven. Encontrándose una interacción entre
aspectos personales, familiares, grupales, culturales y políticos, que dan cuenta de una
normalización en el plano individual y sociocultural.
A diferencia de estudios previos, este trabajo adopta un enfoque holístico para
comprender el proceso de normalización del consumo de drogas, explorando tanto los
aspectos psicológicos como sociales. Hallazgos que denotan la configuración de este
fenómeno, ofreciendo así una visión más completa y compleja del proceso de normalización.
Los resultados revelan una notable discrepancia entre la perspectiva de los participantes del
estudio y la visión predominante a nivel local (PDOT 2020-2030), nacional (MSP, 2020) e
internacional (NIDA, 2023; OPS, 2018) sobre el consumo de drogas. Mientras que cierto
sector de la población adulta y adulta mayor de Santa Isabel y las referidas instituciones
categorizan el consumo de drogas como un problema, todos los jóvenes participantes lo
asocian principalmente con marihuana y le atribuyen efectos positivos como diversión,
relajación y socialización. Además, este grupo reporta una edad de inicio alrededor de los 13
y 14 años, lo que resulta coincidente con lo expuesto por varios autores y organismos
internacionales (Bárcena, 2023; Brumback et al., 2021; UNODC, 2024).
La valoración positiva frente al consumo de sustancias, es preciso analizarla con
atención a los procesos psicosociales de familiarización, habituación y normalización. En lo
que respecta a la familiarización, proceso que permite volver lo extraño asimilable y conocido
(Montero 2004). Los resultados revelan una experiencia compleja para todo el grupo durante
su adolescencia. El primer contacto con las drogas se desarrolló en entornos sociales
cercanos (casas de amigos, colegios, fiestas y espacios deportivos). El subproceso cognitivo
resultó complejo. Los jóvenes describieron un estado mental inicial de confusión e
interrogantes al enfrentarse a este fenómeno, lo que significa un conflicto interno al intentar
categorizar y comprender un comportamiento que no encajaba con sus esquemas previos.
Del mismo modo, experimentaron una amplia gama de reacciones emocionales, como
sorpresa, ansiedad e incertidumbre, al enfrentarse por primera vez al consumo de drogas. A
nivel actitudinal, oscilaron entre el interés y el distanciamiento, reflejando la complejidad de
la toma de decisiones en esta etapa de la vida. En cuanto a la motivación, predominó la
curiosidad, coincidiendo con hallazgos previos (Brumback et al., 2021; Gómez et al., 2021).
Estas reacciones iniciales son fundamentales para comprender el proceso de normalización
del consumo, ya que constituyen el primer paso en la construcción de significados y la
formación de actitudes hacia las drogas. La diversidad de respuestas revela la complejidad
del proceso de familiarización, que implica una negociación constante entre factores
individuales, sociales y culturales (Montero, 2004; Moscovici y Mugny, 1987). Sin embargo,
la percepción actual del consumo difiere significativamente de estas primeras reacciones,
sugiriendo que otros factores influyeron en su evolución.
Por lo tanto, es fundamental entender cómo se construyen los significados del
consumo de drogas en la familiarización y cómo se transforman a través de la habituación.
Las vivencias de los participantes reflejan la importancia de este proceso. La exposición
continua en espacios donde se normaliza usar sustancias (Aguilera, 2019; OPS, 2018),
como las fiestas electrónicas locales (Martínez Oró, 2013), modula la percepción de riesgo y
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facilita la integración del consumo en la vida cotidiana (Martínez Oró (2013). Esta influencia
del entorno social local (Gómez et al., 2021; OPS, 2018) interactúa con factores individuales,
dando lugar a una transformación gradual en las representaciones sociales de las drogas.
En este sentido, los venes describen cambios en los subprocesos cognitivo, afectivo
y conductual, pasando de emociones iniciales negativas a una desensibilización emocional y
un aumento de la motivación por consumir. De esta manera, los significados atribuidos a las
drogas se transforman hacia una valoración positiva, asociadas a la diversión y la
socialización (Abarca y Baïz, 2020). Esta modificación progresiva, se ve reforzada por
elementos de normalización sociocultural del consumo, entre estos: el fácil acceso, la
inexistencia de mecanismos de control efectivos; y como un factor relevante, todos los
participantes refieren la vigencia de la tabla de consumo como mecanismo de justificación
para el uso de sustancias (Bárcena, 2023; Calle y Farez, 2024; Martínez y Arana, 2015).
Adicionalmente, contribuyeron a la habituación, la existencia de normas socioculturales
compartidas entre consumidores (Aguilera 2019; Gómez et al., 2021) que a la vez reforzaron
la idea del consumo como parte de su identidad juvenil (Quimbayo y Bonilla 2017). De igual
forma, se refirió la existencia de figuras públicas (influencers) quienes a través de medios
virtuales promueven el consumo como un estilo de vida anhelado, (Bárcena 2023; Palomares-
Sánchez et al., 2022). Todos estos elementos contribuyeron a que este grupo modifique su
percepción frente las drogas (Martínez y Arana, 2015; UNODC 2015).
Este proceso sostenido, que se desarrolla en el plano individual reforzado por factores
socioculturales, finalmente condujo a que todos los participantes optaran por usar drogas de
una manera irreflexiva, sin estimar sus riesgos (Steinberg, 2008) o por que estos se minimizan
(Martínez y Arana, 2015). Estos hallazgos corroboran la teoría de Crone y Dahl (2012) y
Montero (2004), quienes sostienen que, en el proceso de habituación, los individuos
desarrollan patrones de comportamiento estables que influyen profundamente en su manera
de enfrentar la vida cotidiana, a menudo sin considerar las consecuencias negativas de su
conducta.
Tras vivenciar los procesos de familiarización y habituación, finalmente, los
participantes, experimentaron la normalización del consumo de drogas, tal como lo menciona
Martínez Oró (2013). En este estudio, se observa cómo inicialmente este comportamiento es
percibido como atípico, gradualmente se transformó en algo habitual, hasta ser aceptado.
Estos jóvenes perciben el uso de sustancias como algo normal y parte integral de su vida
nocturna y socialización (Martínez Oró, 2013), también como una respuesta al estrés y
regulación emocional desde una edad relativamente temprana (OPS, 2018). Asimismo, los
actores del estudio experimentan el impacto negativo en múltiples áreas de su vida, en donde
el consumo ha afectado la salud mental, sus relaciones sociales, la capacidad cognitiva y el
rendimiento académico (CEDRO 2018; NIDA 2023; Pozo et al., 2019); sin embargo, a la par
valoran los beneficios percibidos como: relajación, sociabilidad y diversión (Anderson et al.,
2011; Martínez Oró, 2013).
Nuestros hallazgos revelan que la normalización del consumo de drogas entre los
jóvenes estudiados es el resultado de un proceso gradual hasta integrarlo como un
comportamiento esencial y cotidiano, percibido como una práctica aceptada en determinados
ambientes juveniles, reforzado por aspectos socioculturales (Aguilera, 2019; Gómez et al.,
2021). A pesar de reconocer los efectos negativos en múltiples ámbitos (Bárcena, 2023;
NIDA, 2023), algunos participantes continúan consumiendo. Además, en el contexto de
estudio hasta hace poco tiempo, la existencia de la tabla de consumo (Calle y Farez, 2024)
legitimó esta práctica, lo que contribuyó a su consolidación como un estilo de vida para
algunos participantes. Por lo tanto estos resultados, son concordantes con lo expuesto por
diversos estudios (Aguilera, 2019; Bárcena, 2023; Gómez et al., 2021) quienes también
encontraron que, el uso de drogas es influenciado por diversos elementos socioculturales y
ambientales como la tolerancia social hacia estas conductas a pesar de los efectos adversos.
Esta dinámica se alinea con las teorías de Montero (2004) sobre la internalización de
comportamientos sociales aceptados, respaldadas por el estudio de Moscovici y Mugny
(1987), quienes explican cómo el proceso cognitivo conduce a la integración y aceptación del
Proceso de normalización del consumo de drogas en jóvenes
conocimiento adquirido en la realidad existente, facilitando la incorporación y presencia de
consumidores recreativos principalmente. Aspectos que interactúan a la vez con elementos
de orden social, económico, cultural y político como lo señalan Martínez y Arana (2015) y
UNODC (2022).
La normalización del consumo de drogas en jóvenes es un proceso gradual que ofrece
una ventana de oportunidades para implementar estrategias preventivas efectivas. Al
reconocer que este proceso se desarrolla a lo largo del tiempo, podemos intervenir en las
etapas iniciales y modificar las trayectorias de consumo. Para ello, es fundamental abordar
tanto los factores individuales, como las etapas del desarrollo, la autoestima y las habilidades
sociales; así también, los factores sociales, como la influencia de los pares y la normalización
cultural. Las intervenciones deben combinar componentes educativos, habilidades para la
vida, fortalecimiento familiar y promoción de actividades alternativas, siempre adaptándose
al contexto local y con la participación de los jóvenes.
Adicionalmente este estudio condujo al planteamiento de nuevas interrogantes para
futuras investigaciones, como, por ejemplo: cómo influencian las redes sociales y los medios
de comunicación en el consumo de sustancias entre los jóvenes; qué mecanismos de evasión
(diversión, relajación, manejo de emociones) son más utilizados por los jóvenes
consumidores; así también, sería importante conocer, los principales factores que inciden en
el mayor consumo de sustancias psicoactivas.
Es preciso mencionar que la investigación presenta algunas limitaciones, entre estas
el investigar únicamente con jóvenes, mientras los relatos dan cuenta que las vivencias para
llegar a la naturalización del consumo se presentaron principalmente en la adolescencia, por
lo cual amerita estudios con población en ese rango de edad. Por otra parte, se considera
necesario un estudio complementario que permita identificar de manera particular aquellos
factores psicosociales que desde la percepción de adolescentes y jóvenes tienen mayor
incidencia en la normalización del consumo de sustancias psicoactivas.
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