En el Ecuador la población económicamente activa, refleja una tasa del 51.5%
corresponde a empleados y trabajadores; los subempleados son el 43.6%; y
desempleados el 4.9%. La población ecuatoriana que tiene más de 60 años es el
9.3% este dato estadístico incluye a los profesores universitarios (INEC, 2013).
Al hacer referencia a los docentes universitarios activos con nombramiento de la
universidad pública del Ecuador, quienes son un total de 2268 con prevalencia del
sexo masculino en una relación de 2:1; más de 62 años tiene el 42,2%; de 38 a 61
años son el 49.5 %; y el 8,3% menores de 37 años (Cifras UCE, 2018). La planta
docente, inició un proceso de renovación generacional, al aplicar el Reglamento de
Carrera y Escalafón del Profesor e Investigador del Sistema de Educación Superior,
que obligó a la jubilación a los profesores que tienen 70 años o más. En el 2014, se
jubilaron más de 200 docentes simultáneamente, cabe resaltar que muchos de ellos,
solicitaron jubilación anticipada por no perder otros beneficios sociales; sin embargo,
sea cual fuere la causa de la jubilación, este hecho permite avizorar la magnitud del
problema de la presente investigación; asimismo, es importante conocer cuál es el
grado de bienestar psicológico de esta población vulnerable y cómo se ve afectada la
calidad de vida.
Para Keyes, Shmotkin y Ryff (2002) la jubilación es una experiencia positiva,
oportuna para disfrutar el tiempo libre y liberarse de los compromisos laborales, es el
denominado bienestar psicológico, incluyendo tanto juicios cognitivos como
reacciones afectivas. En este sentido Diener et al (1985) el bienestar psicológico es
abordado desde una perspectiva fundamentalmente emocional, es la felicidad y
satisfacción con la vida. Contrariamente, Arango y Ruiz (2012) manifiestan que la
jubilación trae consigo una connotación negativa de creer que cuando se llega a esta
etapa, se pierde el rol social asignado y muchas veces se estigmatiza.
En este sentido, la posibilidad de una mejor adaptación a la jubilación está
supeditada a factores como la buena salud, ingresos económicos suficientes, la
actitud hacia la jubilación y de los apoyos sociales (Aguilera, 2010). En otros casos la
jubilación también puede convertirse en unos eventos estresantes por ejemplo el
hecho de haber sido forzado a retirarse, la no planificación de la jubilación asociada
a los problemas de salud, económicos, conyugales, familiares, entre otros.
Desde el punto de vista de la transición entre el trabajo, la prejubilación y la
jubilación, periodo en el cual la persona se enfrenta a cambios propios de la edad y
al prejuicio social asociado al envejecimiento, las personas deben recurrir a diversos
factores internos y externos para lograr una mejor adaptación, como lo menciona
Beck (1984).
El bienestar psicológico, asentido por Foresight Commission británica (2008), es
un estado dinámico en el cual el individuo puede desarrollar su potencial, trabajar
productiva y creativamente, construir relaciones sólidas y positivas con otros, y
contribuir a su comunidad. El bienestar aumenta cuando un individuo puede cumplir
sus metas personales, sociales y alcanzar un propósito en la sociedad.
A su vez, Sempere et al (2010) conciben al bienestar psicológico, a la felicidad y
al buen vivir, como un objetivo común de todas las sociedades; y refieren que
concomitantemente con las necesidades fisiológicas, están las necesidades
psicosociales, tales como el reconocimiento, autoestima, seguridad, pertenencia a
una comunidad, confianza, mismas que coexisten enmarcados en las normas
sociales.
Análogamente, Gubriun (1973) considera que el aspecto social es un factor
determinante en el bienestar de los jubilados y enfatiza en los apoyos sociales
(entorno), pero también en factores personales, ya que el apoyo social se refiere a los